La regulación emocional en el niño: Algunas ideas para las familias

La regulación emocional en el niño: Algunas ideas para las familias

Identificar las propias emociones, reconocer las causas que nos llevan a sentirnos de una manera u otra, aceptar esas emociones, adecuar nuestro comportamiento a lo que sentimos o al contexto social en que nos encontramos… Son capacidades complejas de desarrollar, incluso para los adultos. Cuánto más difícil será para los niños, y más aún si presentan dificultades asociadas a un trastorno del espectro del autismo. Estos aprendizajes no “salen solos”, desde pequeños vamos avanzando en ellos con la ayuda, más o menos consciente, de los adultos que nos rodean. Como padres, es normal preocuparse cuando aparecen dificultades. Pero a nosotros nos gustaría que convirtieseis la preocupación en ocupación. Os dejamos sólo algunas breves ideas para iniciar la reflexión. Que por otro lado… Es infinita.

SER MODELO Y REFERENTE EMOCIONAL

  • En educación, en general, y más aún cuando queremos trabajar la inteligencia emocional con los hijos no vale el “haz lo que yo diga y no lo que yo haga”. Nuestro modelo es un referente importante donde ellos se observan y de donde ellos aprenden. Debemos ser nosotros mismos conscientes de nuestras habilidades para reconocer, interpretar y manejar nuestras emociones e intentar hacerlo de una manera eficaz si queremos que ellos lo consigan también. En el caso concreto del control de la ira, por ejemplo, debemos hacernos estas preguntas:
    • ¿Me dejo llevar en ocasiones por la ira?
    • ¿Cómo manifiesto la ira?
    • ¿Soy capaz de controlar ese sentimiento o me desahogo con los demás a mi alrededor?
    • ¿Dispongo de herramientas para convertir ese sentimiento en otro más positivo?

AFECTO, CONSIDERACIÓN Y RESPETO

  • Como padres, se sobreentiende el afecto hacia el hijo. Pero a veces, tener sentimientos hacia una persona no es garantía de saber demostrarlos. El niño debe conocer, porque lo perciba en los actos y también en las palabras de sus padres, lo mucho que le quieren y valoran.
  • El amor de los padres no necesita razones, pero los niños ven reforzada su autoestima cuando les hacemos conscientes de cualidades concretas que tienen y les manifestamos nuestro orgullo.
  • En la medida en que mostremos respeto hacia ellos, ellos también nos devolverán respeto, que se manifestará, entre otros, en una mayor facilidad para acoger las normas.

REALISMO

  • Tendremos expectativas realistas acerca de los deberes que atribuimos al niño: acordes a su edad y al nivel de exigencia previo.
  • Exigir por debajo de su nivel es perder oportunidades para crecer y aprender y exigir por encima provocará muchas frustraciones en ambas partes porque no será fácil dar cumplimiento.
  • También debemos ser realistas con las consecuencias. Tanto los premios como los castigos que nos planteemos deben ser posibles de aplicar siguiendo un criterio de sensatez. Ej.: prometer un viaje a Disney por hacer los deberes de una semana no parece la recompensa más razonable, e irse a la cama sin cenar es un castigo que no deberíamos aplicar porque comer es una necesidad básica con la que no vamos a negociar.

 

COMUNICACIÓN

  • A partir del primer o segundo año podemos ir dando explicaciones sencillas sobre por qué sí o por qué no se pueden hacer ciertas cosas y con el tiempo podremos ir complejizando las explicaciones. Estas ayudarán a entender las normas y las consecuencias tanto de cumplirlas como de no cumplirlas.
  • Frecuentemente cometemos dos tipos de errores en lo que a la comunicación de las normas se refiere:
    • Explicar “de menos”: A veces damos por hecho que, si nosotros los adultos tenemos claras ciertas normas y exigencias, ellos tienen que tenerlas igual de claras. Caemos en el error de enfadarnos cuando vemos que no las asumen, cuando en realidad nadie les ha indicado cómo actuar en determinada circunstancia.
    • Explicar “de más”: A veces pensamos que explicar una vez más, con más profundidad o con nuevos argumentos, puede ayudar a seguir las normas. Suele pasar que el niño ya conoce la norma “explícita”, sin embargo, probablemente lo que está fallando es nuestra coherencia a la hora de respetar y aplicar las consecuencias (positivas o negativas) que hemos determinado previamente para las normas. Ej.: si previamente hemos dicho “en 5 minutos apaga la tablet y siéntate a cenar” pero luego han sido 10 o 15 o hemos entrado en una negociación con el niño de que “un poquito más – no, venga, que la comida se enfría – si ya acabo… – bueno, pero date prisa…” o él ha terminado sentándose a la mesa después porque nadie le ha retirado la Tablet… no hay un problema de “no entendimiento” de la norma sino de que la norma carece de relevancia (no es consistente) para el niño y lo que no se entiende es su valor y por tanto no se respeta.

Muchas veces explicar más es sinónimo de confundir; un comunicador eficiente habla lo justo y actúa en consecuencia.

CONSIGNAS EN POSITIVO

  • Aunque tendemos a decir lo que no hay que hacer, para los niños es muchísimo más fácil entender lo que sí hay que hacer, es decir, lo que se espera de ellos, y cuanto más concretos seamos mejor. Ej.: “guarda los juguetes en sus cajas” mejor que “ordena tu cuarto” mejor que “no seas tan desordenado”.

COHERENCIA Y CONSISTENCIA

  • Una vez decidido cuál será el nivel de exigencia, nos mantendremos firmes en él. Las normas y sus consecuencias, una vez impuestas, se deben mantener. Variarlas genera incertidumbre en el niño, le hace “volátil”, le hace tender a explorar constantemente los límites a donde puede llegar, con el consiguiente desgaste emocional para los papás y para sí mismo.
  • El criterio debe ser consensuado entre los papás y mostrar acuerdo siempre (incluso cuando un fallo de comunicación no les haya permitido consensuar de antemano). Criterios diferentes entre los papás provocan también incertidumbre, inestabilidad emocional y relaciones asimétricas.
  • Las consecuencias que se establezcan se deben aplicar consistentemente, de lo contrario estaremos favoreciendo la desmotivación del niño a responder a las exigencias que se le plantean o nuestra pérdida de autoridad.
  • Conviene anticiparnos y recordar las normas y las consecuencias en momentos críticos donde sea previsible que aparezcan dificultades para seguirlas.

CONSECUENCIAS NATURALES

  • En ocasiones, no es necesario que los padres apliquen consecuencias a los actos de los chavales porque son las propias situaciones naturales las que aplicarán las consecuencias. Ej.: si se entretiene jugando a la play en lugar de vestirse para salir llegará tarde al entreno, probablemente el entrenador le indique su error y juegue menos rato o le toque banquillo. A veces conviene ahorrarse la discusión y dejar espacio para que puedan ver que no son los papás «pesados» sino la propia vida la que plantea las exigencias.
  • Por supuesto, aquí dependemos de la motivación del niño, que es variable en función de las circunstancias. Confiar en las consecuencias naturales sólo es válido si estas van a ser significativas y efectivas para él y no vamos a generar riesgos o molestias excesivas a terceras personas. De lo contrario, la responsabilidad de velar por la buena conducta del niño es de los papás.

EVITAR ENFRENTAMIENTOS ACALORADOS

  • Si todas las medidas preventivas no han sido suficientes y estamos ante una situación donde no se esté respetando la norma, debemos aplicar las consecuencias que se hayan establecido con la mayor serenidad posible:
    • Se explica con serenidad y sólo una vez la norma y la consecuencia
    • Se aplica la consecuencia
    • Se evita responder al lenguaje o la conducta inapropiada, de ninguna manera, pero menos aún con gritos o castigos físicos
    • Podemos indicar “cuando estés más tranquilo, hablamos”
  • Actuar con serenidad trasmite la idea de certeza y seguridad: “mamá o papá están tranquilos porque buscan lo mejor para mí”. Actuar con ira trasmite el mensaje de pérdida de control, de inseguridad, es como si no confiáramos en la validez moral de la norma y actuáramos desde el abuso de poder. Actuar con serenidad genera respeto y motiva a desarrollar buenas conductas acordes a ese modelo; actuar con ira genera miedo y da lugar a respuestas pasivas o agresivas, es decir, obstaculiza el desarrollo emocional y el aprendizaje.

Educar es una tarea de alta responsabilidad y de gran exigencia. Seguramente nos equivocaremos muchas veces, ¡normal! porque estamos educando a un niño el 100% del tiempo que pasamos juntos (dedicación completa donde las haya). Pero ser conscientes de este hecho es el primer paso. Os deseamos mucha sensibilidad y reflexión. ¡Feliz camino!

Julia Robles

Psicóloga – Directora de HoDARI