Hay niños que, durante los primeros años de vida, presentan o carecen de conductas que hacen a sus padres sospechar que su hijo se comporta diferente a los demás o que su manera de relacionarse es peculiar. Estos signos tempranos muchas veces son sutiles y los profesionales no podemos determinar con seguridad la presencia de una alteración concreta, sobre todo si el niño es aún muy pequeño. De tal forma que muchas veces los primeros diagnósticos de trastornos del espectro del autismo no llegan hasta los 3 años en el mejor de los casos, o incluso se retrasan hasta después de iniciar la primaria. Un diagnóstico tardío retrasa el inicio de una intervención adecuada, desperdiciándose de esta manera los años de mayor plasticidad del cerebro y, por tanto, de mayor potencial para el aprendizaje.
Sin embargo, hoy sabemos de la existencia de ciertos signos tempranos cuya presencia no permite establecer un diagnóstico, pero que, caso de estar presentes, podrían ser predictores de la futura aparición de alteraciones del desarrollo. Estos signos de alarma ya pueden estar presentes durante el primer año. En el caso de los Trastornos del Espectro del Autismo y las alteraciones del desarrollo sociocomunicativo, se trata fundamentalmente de signos relacionados con el desarrollo social: poco contacto ocular o menos intentos de buscar la mirada de los padres para iniciar interacciones, ausencia de sonrisas sociales, expresión emocional neutra, sensación por parte de sus padres de tener que realizar gran esfuerzo para que el niño mantenga la atención durante la interacción, pasividad o irritabilidad extrema, baja tolerancia a la frustración, falta de orientación al nombre, ausencia de actos de señalar y/o mostrar, menor orientación visual a las caras, ausencia de imitación espontánea… Pero las últimas investigaciones también aluden a que ciertos aspectos alterados del desarrollo motor podrían predecir asimismo la posterior aparición de un TEA: anomalías en el tono muscular, postura rígida, patrones de movimiento anormales, retrasos en el desarrollo motor…
La intervención temprana puede estimular el desarrollo del cerebro del niño, mejorando así su capacidad de orientación y respuesta a los estímulos sociales, tan relevantes para la adaptación y la supervivencia. Hoy sabemos que la atención temprana especializada e intensiva puede determinar una mejora notable de las opciones de desarrollo posterior, consiguiendo en algunos casos que el niño evolucione de tal forma que manifieste alteraciones mucho más sutiles o que incluso, algunas de sus dificultades desaparezcan por completo (Fein, 2013).
Si has observado algunos de estos signos de alarma en tu hijo, tenga o no diagnóstico de autismo, y crees que se puede beneficiar de una intervención temprana especializada, ponte en contacto con nosotros.